Didáctica

El poder de la evaluación

pedagogia¿Cómo podemos saber si nos estamos acercando a una meta que nos propusimos o si ya la hemos alcanzado? Por medio del proceso de evaluación.

Una frase popular dicta “lo que no se mide, no se puede mejorar”, pero ¿cómo podemos mejorar algo que no sabemos que está mal o que es perfectible? En el ámbito educativo, hablar de evaluación muchas veces se ha asociado a la aplicación de un examen, pero cómo saber si realmente una prueba estandarizada puede hacer evidente el aprendizaje de un estudiante.

Los docentes frecuentemente se enfrentan a la solicitud de plasmar en un número el logro de un estudiante, pero el proceso de evaluación va mucho más lejos, y tan importante es el análisis que hacen los ojos externos de un experto sobre un aprendiz, como la valoración que el alumno mismo hace sobre su propio desempeño.

¿Cómo sabemos si estamos haciendo bien una evaluación?

Para eso necesitamos un punto de referencia, es decir, algo contra qué compararnos. En educación, ese punto de referencia nos lo dan dos elementos importantes: los objetivos o aprendizajes esperados y los instrumentos de evaluación. Los primeros deben ser observables, medibles y cuantificables, responden al “qué vamos a aprender” y se reflejan en una evidencia específica, por ejemplo, un videojuego en Scratch, una catapulta de material reciclado, un robot limpiador, etcétera… lo cual, dicho sea de paso, en los proyectos Pinion va asociado a la solución de un problema, es decir, construir por un motivo definido.

El segundo punto de referencia en la evaluación se refiere a los instrumentos, que pueden ser listas de cotejo, rúbricas de evaluación, guías de observación, exámenes, entre otros. En los proyectos Pinion encontramos los dos primeros; en las listas de cotejo están los criterios que el docente observa a lo largo del proceso, o bien, en un producto final, y es donde se registra si los criterios se presentan o no. A diferencia de éste, el segundo instrumento, la rúbrica de evaluación, brinda niveles de referencia en los que un criterio se observa o se alcanza.

Ahora bien, como lo mencionamos al inicio, es igualmente relevante la lectura del guía como del aprendiz, y aquí hablamos del proceso de metacognición: ser consciente del aprendizaje propio. Cuando incitamos a los alumnos a que se cuestionen ¿qué aprendí hoy?, ¿para qué me sirve? y ¿cómo suma al propósito que quiero lograr?, los estamos invitando a reflexionar sobre su propio aprendizaje, autoevaluar su desempeño y sus logros. Llegados a este punto seguramente has asociado este proceso de metacognición con la Bitácora Pinion, que no sólo representa el cierre de un proyecto, sino también el análisis final de los logros obtenidos, qué fue lo más difícil del proceso y cómo mejorar en el siguiente proyecto.

Como puedes darte cuenta, la evaluación nos da el poder de valorar los aprendizajes logrados, los resultados obtenidos y la forma en que llegamos a ellos, porque no dejamos de lado el aspecto actitudinal: la colaboración, la comunicación y la solución de problemas para lograr el resultado, son aspectos que también debemos evaluar continuamente, porque estamos formando a nuestros alumnos no sólo para que puedan desarrollar un videojuego, construir un artefacto o armar un robot, sino para que sean capaces de solucionar problemas de la vida real.

Es así que te invitamos a que conviertas al proceso de evaluación en tu as bajo la manga a través de estas recomendaciones para lograr las metas que te propongas:

  1. Desde el inicio da a conocer el propósito que quieres lograr, de esta forma tus alumnos identificarán el objetivo que persiguen.
  2. Transforma el aprendizaje esperado en indicadores observables.
  3. Promueve la reflexión sobre cómo lo visto en cada clase se suma hacia el logro del objetivo.
  4. Utiliza los instrumentos de evaluación a lo largo y al final del proceso de aprendizaje.
  5. Evalúa actitudes y habilidades, no sólo conocimientos.
  6. Fomenta la autoevaluación al finalizar el proyecto. Invita a que los alumnos se cuestionen: qué aprendí, qué fue lo que me costó más trabajo, a qué problemas me enfrenté y cómo los resolví.

Además de la bitácora de cierre de proyectos, te compartimos esta excelente y sencilla forma de favorecer la metacognición en función de un propósito definido, donde invites a tus estudiantes a reconocer qué han aprendido y qué les falta por aprender.

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Es así que la evaluación se convierte en la lámpara que guía nuestro camino de aprendizaje. No es el paso final, continuamente nos encontramos evaluando el avance y, en función de lo que observamos, podemos saber si vamos bien o debemos regresar a reforzar un punto, por ello afirmamos que la evaluación tiene el poder de decirnos si los alumnos están o no aprendiendo.

Entonces, ¿qué esperas para hacer de la evaluación tu aliada?


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